....Alberto Pérez-Porro López no es un dentista común. Pero tampoco lo es su persona. Un sólo vistazo basta para percatarse de ello. Sus vidriosos ojos azules esconden a un niño de risa fácil y distendida, pero también a un hombre concienciado y concienzudo que no teme en hacer aquello que su inteligencia y ética disimulada le mandan hacer.

Hace poco más de un año que este dentista de la vieja escuela , cuando todavía para ser dentista  se necesitaba la carrera completa de medicina, decidió dar forma concreta y legal a una serie de iniciativas solidarias con las que ya tanteaba desde hacía tiempo. Dentalcoop (Asociación de voluntarios para la salud dental) nace para organizar un conjunto de proyectos altruistas dispares que se mueven indiferentemente entre el tercer mundo y el primero. África y Barcelona son por el momento los destinos representantes de ambos mundos, pero el horizonte es vasto en posibilidades y tan sólo aspira a crecer , aunque la realidad y el destino, y el caso de Haití lo ejemplifica, recuerden a menudo que ninguna aspiración puede ser absoluta.

La idea de su creador, y por extensión, el principio base de la organización “es que nadie se quede sin poder ir al dentista porque no tenga dinero”. “Que la odontología esté al alcance de todos.”

Él te dirá que ocurrió por casualidad. Que fue a Guinea Ecuatorial porque otro amigo dentista había ido antes que él y le había animado a hacer lo mismo. Que procura ir cada  año al menos dos semanas porque las monjas de uno de los colegios de la región le pidieron que no se olvidara de ellos y él prometió no hacerlo. Que se suma a otros proyectos en Camerún, Senegal, etc., porque siempre conoce a alguien que le pide habilitar un espacio en algún hospital para revisiones bucodentales y él siempre dice que sí. Que lo del proyecto de Odontocus, en el que voluntarios jóvenes de Dentalcoop dedican todas la mañanas a practicar servicios no remunerados a gente necesitada, nació hace cinco años en un programa de televisión matinal presentado por Josep Cuní –al que por cierto conoce estrechamente porque ambos comparten el pueblo que les vio nacer: Tiana, a quince quilómetros de Barcelona- y que presta estos servicios solidarios en su clínica de Maragall porque es una clínica que “está muerta y desaprovechada”… Te dirá muchas cosas “porque no quiere ir de ángel salvador” y es cierto que no lo es. Un primer argumento es que él vive en la Tierra.

Alberto Pérez Porro no cree en la figura implacable e impecable del Mesías. Y reconoce que la vida no vale la pena vivirla, sino es con la razón de algunos valores.

Y ahí nace Dentalcoop que va haciendo y deshaciendo, improvisando, apoyando a otras organizaciones, a otros proyectos, ayudándose de cualquiera que quiera aportar algo por pequeño que sea, por el motivo que sea. Y sin insistir: valorando más las ganas y la frescura que la rigurosidad de una ética profunda o de una vocación permanente.

Y esta nueva forma de entender la solidaridad debe de ser influyente porque la asociación cuenta ya con más de cien voluntarios. (2010)

Es ni más ni menos que el tesorero del Colegio de Dentistas de Catalunya. Aunque reconoce que de economía sabe más bien poco y que el cargo es más bien una etiqueta política que otra cosa.

Alberto Pérez Porro es un dentista de la vieja escuela -como lo fueron también su padre y su abuelo-, pero renovado. Mientras observo como atiende a la última paciente de la tarde me doy cuenta que conserva la antigua práctica de la pedagogía, del trato humano, del entretenerse en las explicaciones del diagnóstico para intentar hacerlas comprensibles. Usa las manos como un laureado carpintero y entiendo que ahí radica todo su valor: curtidas de experiencia, esas manos sirven por igual en el primer mundo como en el tercero, aún cuando en situaciones extremas sólo se disponga de una silla, un cuchillo y la luz de una linterna.

Quizás ahora la razón de su solidaridad y aquello de no creer en ningún “ángel salvador”, adquieran mucho más sentido...

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